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Sistema Oseo.

El envejecimiento también se refleja en los huesos y las articulaciones. Con el tiempo su “desgaste” produce limitaciones en el movimiento y una fragilidad muy propias de las personas ancianas.

•La osteoblastogénesis (desarollo de la  célula del tejido óseo que segrega la matriz intercelular) disminuye. Disminuyen los precursores osteoblastos e incrementa la grasa de la médula ósea, cuyos depósitos pueden ocupar 90% o más de la cavidad de la médula ósea.

•La densidad ósea desciende. Pérdida mineral. Sobre todo en la mujer posmenopausica. 

•Bajan los niveles de calcio, y con ello los receptores de calcio en las glándulas paratiroideas.

 La pérdida de masa ósea hace que el hueso sea más frágil, con mayor riesgo de fractura ante traumatismos mínimos en los casos más extremos. Dicha osteopenia se puede presentar con diferente intensidad en los diversos huesos y es evidente que la fragilidad no sólo dependerá del grado de afectación del hueso, sino también de las fuerzas a las que estará sometido

•Las vertebras se adelgazan. La columna vertebral se vuelve curva y comprimida (apretada).

•La fascia plantar (banda larga de tejido conectivo que se extiende desde el talón hasta la base de los dedos del pie) sede. Lo que contribuye a una menor estatura.

•Las articulaciones se vuelven más rígidas y menos flexibles.
Pierden líquido, glucosaminoglucanos, y el cartílago empieza a perderse y a friccionar. El líquido dentro de ellas puede disminuir y el cartílago puede empezar a friccionarse y a erosionarse.

Es muy frecuente  la aparición de desgaste articular, la artrosis.

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